La organización internacional pide a los Gobiernos que sopesen todos los factores de riesgo relacionados con la reapertura de las escuelas tras el cierre por el coronavirus e insiste en las prácticas de higiene y distanciamiento.
Por Icíar Gutiérrez
Madrid, España, 24 de mayo (ElDiario.es).--- Es una de las decisiones políticas más complejas y delicadas a día de hoy. Dos meses después del cierre de centros educativos como medida para contener el coronavirus, que se extendió como la pólvora en más de 190 países afectando al 90 por ciento de la población estudiantil del mundo, los Gobiernos se enfrentan al dilema de cómo y cuándo reabrir las escuelas mientras continúan lidiando con casos de la COVID-19, muchas veces sin contar con toda la información que necesitan y en medio de la incertidumbre.
La suspensión de clases presenciales fue una de las medidas que se tomaron con mayor rapidez, pero cuando se trata de volver al colegio el ritmo está siendo mucho más indefinido. Un centenar países aún no han anunciado una fecha para la reapertura de las escuelas, alrededor de 60 tienen planes de regresar a las aulas de manera parcial o total, mientras que una treintena finalizarán el año académico de manera online, según los datos actualizados a mediados de mayo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
"La decisión es compleja porque la pandemia sigue desarrollándose, y no de manera lineal. No hay pruebas suficientes sobre los riesgos de transmisión. En todas partes, el confinamiento se levantará gradualmente, con muchos interrogantes sobre cómo se gestionará el proceso, en gran medida porque hay muchas características del virus que simplemente no conocemos", sostiene Stefania Giannini, directora general de educación de la UNESCO, en este artículo. "Sin embargo, incluso con las actuales incertidumbres, los gobiernos pueden anticiparse y prepararse para reabrir las escuelas con éxito, estableciendo las garantías necesarias". A su juicio, aunque por ahora no se pueda anunciar ninguna fecha, hay que enfrascarse desde ya en la planificación, y deja claro que no se simplemente trata de sopesar riesgos y ventajas.
¿Cómo debe ser esta "vuelta al cole" en condiciones seguras? Depende del contexto y la capacidad de los centros educativos, pero hay dos cosas imperativas, según la UNESCO: acceso a jabón y al agua limpia para que sea posible lavarse las manos y medidas de distanciamiento. Una opción para ello, indican, puede ser reducir el número de alumnos, instaurando un sistema de escolarización alterna –dando prioridad a los más pequeños o a grupos específicos en particular–, algo que ya están explorando países como Francia o adoptando un enfoque pedagógico mixto, es decir, que combine la enseñanza presencial con la no presencial.
La organización ha elaborado una serie de directrices para guiar a los responsables de planificar y formular políticas en su decisión de volver a abrir los centros educativos. Los encargados de la toma de decisiones deben entonces analizar numerosas cuestiones. Por ejemplo, si la instrucción en el aula es decisiva para el aprendizaje, si la educación a distancia de alta calidad es disponible y accesible para todos, si existen riesgos para proteger a niños desescolarizados o cómo está afectando el cierre a otros servicios escolares como la nutrición.
Estas son algunas de las directrices que marca la guía para cada etapa para que las escuelas operen con seguridad antes, durante y después de volver a abrir sus puertas:
ANTES DE LA REAPERTURA
En esta etapa, la UNESCO pide prepararse con políticas, procedimientos y planes de financiación "de importancia crucial" para mejorar la enseñanza, con atención especial en el funcionamiento seguro y fortalecer las prácticas de aprendizaje a distancia.
Proporcionar directrices nacionales claras para la toma de decisiones sobre la apertura. Es posible que la apertura deba ser progresiva, comenzando en las zonas con las menores tasas de transmisión y el riesgo local más bajo.
Los centros pueden abrirse por etapas. Por ejemplo, al principio puede limitarse a unos pocos días a la semana o regir solamente para determinados grados o niveles. Las políticas deben ofrecer directrices claras para la evaluación y la toma de decisiones.
Elaborar protocolos claros y fáciles de entender sobre las medidas de distanciamiento físico, como la prohibición de hacer actividades que requieran la asistencia de muchas personas, escalonar el inicio y el final de la jornada escolar y las horas de las comidas, dar clases temporalmente en espacios distintos a los habituales o al aire libre y organizar turnos escolares para reducir el tamaño de las clases.
Revisar con los sindicatos de maestros las políticas concernientes al personal y a la asistencia, con el objetivo de considerar las ausencias por motivos de salud.
Las políticas deben proteger al personal, los docentes y los estudiantes que corren un alto riesgo debido a la edad o a afecciones médicas subyacentes, con planes para cubrir las ausencias de los maestros y seguir impartiendo enseñanza a distancia para apoyar a los estudiantes que no pueden asistir.
Invertir de inmediato en agua, saneamiento e higiene para las escuelas. Dar prioridad tanto a los gastos en suministros y servicios de limpieza y desinfección.
DURANTE EL PROCESO DE APERTURA
En esta etapa, se aconseja apostar por "métodos para reintegrar a los niños marginados y a los que no asisten a la escuela" e invertir en agua, saneamiento e higiene a fin de mitigar los riesgos, así como centrarse en la recuperación escolar para compensar el tiempo perdido en la enseñanza.
Reforzar los mecanismos de comunicación y coordinación que promueven la participación de las comunidades, los padres y los niños en asuntos educativos.
Elevar el porcentaje de escuelas que cuentan con agua potable, estaciones para el lavado de las manos, suministros de aseo.
Formar al personal administrativo y a los docentes sobre la aplicación del distanciamiento físico y las prácticas de higiene escolar, y aumentar el personal en las escuelas, de acuerdo con las necesidades. El personal encargado del aseo también debe recibir capacitación sobre desinfección y, en la medida de lo posible, contar con equipo de protección personal.
Proporcionar a los dirigentes escolares directrices claras para establecer los procedimientos en caso de enfermedad de los estudiantes o del personal.
Promover las prácticas de higiene a todos los niveles y entre todo el personal, destacando la importancia del lavado de las manos y la "etiqueta respiratoria" (toser en el codo o desechar los pañuelos).
UNA VEZ REABIERTAS
En esta etapa, la clave está en "vigilar activamente los indicadores de salud y dedicar particular atención al bienestar y a la protección". "Reforzar la pedagogía, adaptar la educación a distancia a una modalidad combinada de aprendizaje, e incorporar conocimientos sobre la transmisión y la prevención de la infección", señalan.
Elaborar un modelo de decisión para volver a cerrar y a abrir las escuelas en caso de que resurja la transmisión comunitaria del virus.
Hacer hincapié en el cambio de comportamiento para aumentar tanto la intensidad como la frecuencia de las labores de limpieza y desinfección, y para mejorar las prácticas de gestión de los desechos.
Promover el uso de desinfectante para manos y, cuando las autoridades nacionales lo recomienden, insistir en la importancia de utilizar correctamente las mascarillas.
La información sobre la higiene debe estar ampliamente disponible y accesible; por lo tanto, debe ofrecerse en braille, en los idiomas de las minorías y en un lenguaje que los niños entiendan fácilmente.
COMPENSAR EL TIEMPO PERDIDO Y APOYO A LOS VULNERABLES
Más allá del funcionamiento en condiciones seguras, la UNESCO es clara: a la hora de volver a abrir las escuelas, hay que compensar el tiempo de instrucción perdido. También aboga por incluir conocimientos sobre la transmisión y prevención de enfermedades. El otro aspecto clave es prestar más atención al bienestar de los alumnos, así como brindar servicios esenciales en las escuelas, como la atención sanitaria y las comidas escolares.
Igualmente, piden que se brinde a los docentes apoyo y formación en enseñanza a distancia y en métodos para ayudar a sus alumnos durante el cierre de las escuelas. Garantizar el pago de los salarios de los maestros, con especial atención a los que tienen contratos precarios. Diseñar calendarios académicos alternativos con base en distintos escenarios de salud pública.
Insisten también en que se deben adaptar las políticas y prácticas de apertura para ampliar el acceso de los grupos más vulnerables, como los niños que anteriormente estaban sin escolarizar, los niños desplazados y migrantes. En este sentido, piden a las autoridades que lleven a cabo todas las reformas necesarias para ampliar el acceso equitativo de estos menores, así como para normalizar las prácticas de aprendizaje a distancia. Reclaman asimismo más inversión para fortalecer los sistemas educativos y que se considere ampliar la oferta de educación pública y proporcionar financiación directa a las escuelas más duramente golpeadas por la crisis, así como ayudas a los estudiantes.
En el debate sobre el cierre de escuelas, hay un peso importante al otro lado de la balanza: "Interrumpir la instrucción en el aula puede tener graves repercusiones en la capacidad de aprendizaje de los niños", recuerdan desde la UNESCO. Es decir, según han insistido en todo este tiempo: cuanto más tiempo dejen de asistir a la escuela, menos probable es que los menores regresen. "Los niños de las familias más pobres ya tienen casi cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela primaria que los niños de las familias más pudientes", recalcan.
Los cierres prolongados interrumpen además servicios esenciales que prestan las escuelas, como la vacunación, la alimentación escolar o el apoyo a la salud mental. Además, "pueden generar estrés y ansiedad debido a la pérdida de la interacción" con los compañeros y a la alteración de las rutinas.